El baile no es solo una actividad física; es una forma de expresión que activa múltiples áreas del cerebro. A lo largo de la historia, el ser humano ha utilizado el movimiento rítmico como una manera de conectarse consigo mismo y con los demás. Pero lo que ocurre en el cerebro mientras bailamos va mucho más allá de lo que podemos percibir externamente. En los últimos años, la neurociencia ha empezado a desvelar los secretos de cómo el baile afecta nuestro cerebro y las repercusiones que tiene tanto en la salud mental como en la cognitiva. Este artículo explora algunos de esos hallazgos fascinantes.

 

El cerebro en movimiento

Cuando bailamos, nuestro cerebro se convierte en un hervidero de actividad. Lo primero que se activa es el sistema motor, que coordina cada paso y cada movimiento del cuerpo. El lóbulo parietal, por su parte, ayuda a la orientación espacial, esencial para moverse en la pista de baile sin chocar con los demás. Sin embargo, no solo el sistema motor está involucrado; áreas asociadas con las emociones, como la amígdala, también juegan un papel clave. Bailar nos genera placer, y esto está directamente relacionado con la liberación de dopamina, el neurotransmisor que produce sensaciones de bienestar.

Además, se ha comprobado que el baile requiere una sincronización compleja entre la percepción sensorial y la planificación motora. Cuando el cerebro recibe una señal auditiva (la música), debe traducirla rápidamente en acción (el movimiento). Esta acción, a su vez, implica el uso de la memoria para recordar los pasos, lo que implica la activación del hipocampo, la región del cerebro responsable de la memoria a largo plazo.

 

El impacto en la salud mental

Uno de los aspectos más fascinantes del baile es su capacidad para mejorar la salud mental. Diversos estudios han demostrado que bailar puede reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y aumentar los niveles de serotonina, que está asociada con el buen estado de ánimo. La combinación de música, movimiento y conexión social crea un ambiente que favorece el bienestar emocional.

El baile también ha mostrado ser efectivo en la lucha contra enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Investigaciones recientes han revelado que las personas que practican baile de forma regular muestran un menor deterioro cognitivo con el paso de los años. Esto es porque el baile exige el uso constante de la memoria, la concentración y la coordinación, lo que fortalece las conexiones neuronales y fomenta la neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones sinápticas.

 

El baile como herramienta social

El baile no solo afecta a nuestro cerebro a nivel individual, sino que también tiene un impacto profundo en cómo nos relacionamos con los demás. Bailar en grupo, como ocurre en las clases de baile o eventos sociales, requiere un alto nivel de empatía, sincronización y comunicación no verbal. El cerebro debe estar en sintonía con el grupo, lo que activa las áreas relacionadas con la socialización, como la corteza prefrontal.

De hecho, estudios han demostrado que el baile mejora la capacidad de empatía y refuerza el sentido de pertenencia a un grupo. Esto es crucial en el entorno de una escuela de baile como Portalo’s, donde el componente social es parte esencial de la experiencia. A través del baile, los alumnos no solo mejoran sus habilidades técnicas, sino que también crean lazos con sus compañeros y experimentan esta disciplina como una forma de comunicación universal.

 

En Portalo’s, conocemos el poder transformador del baile, tanto a nivel físico como cerebral. Nuestras clases están diseñadas para estimular el cerebro de nuestros alumnos, combinando la técnica con la improvisación y la creatividad. Cada clase se convierte en un espacio donde no solo se aprende a moverse, sino también a pensar de manera diferente, a superar barreras y a disfrutar de una actividad que mejora la salud mental y emocional.